Conciencia originaria. Soñando la realidad.

Te levantas de la cama y compartes con tu pareja, o con un amigo cuando llegas al trabajo, el sueño que has tenido. En ningún momento se te pasa por la cabeza que el mundo donde transcurría tu sueño lo compartas con alguno de ellos. Sabemos que la proyección que elabora la mente mientras dormimos sólo la experimentamos nosotros, y que ni la persona que duerme a nuestro lado ni nadie más comparte ese mundo con nosotros.

Estamos convencidos que cada uno soñamos en nuestro mundo único y perfectamente separado del mundo donde sueña nuestra pareja a escasos centímetros de nuestro cuerpo, o lo que están soñando nuestros amigos mientras duermen repartidos por los cinco continentes. Cada uno soñamos en nuestra realidad mientras dormimos. Eso es así.

Lo excitante y revelador, es caer en cuenta que en la vigilia es lo mismo. Las proyecciones de realidad que generan nuestras mentes son únicas e intransferibles; al igual que en el mundo de los sueños, en la vigilia cada uno vivimos nuestra propia proyección mental de realidad. Ya que el cuerpo-mente proyecta, como nos pasa en sueños, una película única para los sentidos, emociones y pensamientos individuales.

Es cierto, tenemos protocolos y arquetipos colectivos aprehendidos desde niños como el nombre de nuestro país, del planeta donde vivimos, o los colores: el rojo, el azul… ¿Qué vemos realmente cada uno de nosotros cuando decimos “¡Que azul tan fascinante!”?

También tenemos protocolos muy importantes sobre la causalidad: “si haces esto, pasará aquello”. Cuando realmente, como en nuestros sueños, existimos en una proyección mental única en la que no existe la causalidad colectiva. Es decir, “si yo hago esto, pasa aquello”; pero no existe que si cualquiera de nosotros hace eso, vaya a pasar inexorablemente aquello; eso es un protocolo, un arquetipo colectivo. Y que esto exista es tan imposible como que tú y yo compartamos el mundo de nuestros sueños.

Las enseñanzas sobre la causalidad fueron enseñadas por aquellos que fundamentan la realidad en la experiencia empírica por temor a lo absoluto inmanifestado. Las razones para esta enseñanza de la causalidad es que está en consonancia con la percepción y la conducta adecuada como el cumplimiento de los deberes que pertenecen a cada casta y a cada estado de vida. Pensando en aquellos que son serios en sus esfuerzos y llenos de fe pero que tienen muy poco discernimiento, los sabios han enseñado la teoría de la creación.  Y la creación se ha presentado como un medio para llegar a un fin. La idea era dejar que se aceptara por un tiempo, con el deseo de que mediante las prácticas religiosas védicas se fuera despertando en ellos el discernimiento espontáneo sobre el Ser no-dual. Desde el punto de vista de la verdad última la causalidad no es real. Sin embargo, las personas sin discernimiento, con fe en las escrituras pero con un intelecto obtuso tienen miedo de Aquello sin origen y se horrorizan pensando que eso les conduciría a la aniquilación de su individualidad. Esta misma idea se ha expresado con anterioridad en estas escrituras: “La creación… no tiene otra finalidad que dar una explicación de las cosas” (Kārikā III, 15)” *

Como bien se sabe, lo que llamamos nuestro mundo no es más que remolinos de energía vibrando a diferentes frecuencias creando patrones de interferencia de onda a los que llamamos papá, mamá, pareja, jefe, amigo, ordenador o ticket de metro. En definitiva una gran conciencia atemporal donde nuestras mentes crean la ilusión espacio-tiempo. La conciencia primigenia, omnisciente y omnipotente es lo que somos, potencia absoluta que observa como la energía manifestada, nosotros, experimenta la vida. Somos la pantalla que hace posible la reproducción de la película. Ésta es tan sólo, y no es poca cosa, el rato que Dios pasa como temporada de vacaciones en el paraíso, o si se prefiere, una proyección de nuestra mente cuerpo.

La conciencia originaria no se puede abordar según unos modelos lógicos por la naturaleza dual de la mente. Sólo es posible un acceso negativo a ella que desvíe lo falso y permita incluir lo verdadero. Se trata efectivamente de la verdadera naturaleza de lo real e incluye todos los estados sin ser ninguno de ellos. La liberación del ser humano, que es el objetivo de la filosofía que investigamos, coincide con la disolución definitiva de su consciencia relativa en la conciencia originaria. (…) El camino hacia la conciencia originaria hablando de camino como concesión a nuestra imagen espacio-temporal, es siempre de una lucidez creciente y en el límite sólo se puede hablar de la plenitud total de la conciencia, y no del vacío o la negación, como parece desprenderse de ciertos textos advaitas mal interpretados. El estado de Turiya en la filosofía advaita es “nada de lo irreal” por ser lo real mismo.” (Consuelo Martín 1998).

* Consuelo Martín “Conciencia y realidad” (Kārikā de Gauḍapāda). Ed. Troya, Madrid 1998.

2 Comentarios

  1. «Diría que la imaginación es una forma de la memoria. Abajo, Platón, abajo, buen perro. La imagen depende del poder de asociación, y la asociación está dada e impulsada por la memoria. […] En ese sentido, tanto la memoria como la imaginación son negaciones del tiempo.»
    Vladimir Nabokov

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    1. Preciosa cita. No estamos regidos por las leyes de este mundo, el espacio-tiempo nos sirve para proyectar, cada instante, la vida que experimentamos, que observamos y sobre la que vamos reposando la intención de cada uno de nuestros actos.

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